viernes, 17 de marzo de 2017

Discurso "Sangre, sudor y lagrimas" Winston Churchill

"Sangre, sudor y lagrimas"


Debemos recordar que estamos en las fases preliminares de una de las
grandes batallas de la historia, que nosotros estamos actuando en muchos puntos de Noruega y Holanda, que estamos preparados en el Mediterráneo, que la batalla aérea es continua y que muchos preparativos tiene que hacerse aquí y en el exterior. En esta crisis, espero que pueda perdonarseme si no me extiendo mucho al dirigirme a la Camara hoy. Espero que cualquiera de mis amigos y colegas, o antiguos colegas, que están preocupados por la reconstrucción política, se harán cargo, y plenamente, de la falta total de ceremonial con la que ha sido necesaria actuar. Yo diría a la Camara, como dije a todos los que se han incorporado a este Gobierno:" No tengo nada mas que ofrecer que sangre, esfuerzo, lagrimas y sudor".
Tenemos ante nosotros una prueba de la mas penosa naturaleza. tenemos ante nosotros muchos, muchos, largos meses de combate y sufrimiento. Me preguntáis: ¿Cual es nuestra política?. Os lo diré: hacer la guerra por mar, por tierra y por aire, con toda nuestra potencia y con toda fuerza que Dios nos pueda dar; hacer la guerra contra una tiranía monstruosa, nunca superada en el oscuro y lamentable catalogo de crímenes humanos. Esta es nuestra política.
Me preguntáis: ¿Cual es nuestra aspiración?. Puedo responder con una palabra: Victoria, victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror; victoria por largo y duro que pueda ser su camino; porque, sin victoria, no hay supervivencia. Tened esto por cierto; no habrá supervivencia para todo aquello que el imperio Británico ha defendido, no habrá supervivencia para el estimulo y el impulso de todas las generaciones, para que la humanidad avance hacia su objetivo, pero yo asumo mis tarea con animo y esperanza.
Estoy seguro de que no se tolerara que nuestra causa se malogre en medio de los hombre. En este tiempo me siento autorizado para reclamar la ayuda de todas las personas y decir:"Venid, pues, y vayamos juntos adelante con nuestras fuerzas unidas".
                                                                           
                                                                                 Discurso de Churchill a la cámara de los Comunes
                                                                                                                              13 de mayo de 1940  

Análisis del discurso de Winston Churchill

En 1940, Winston Churchill se dirigió al conjunto del Parlamento británico para pedir su apoyo para el Gobierno que le acababa de encargar formar el rey Eduardo VIII. La situación no podía ser más complicada. La agresión del nazismo era ya una realidad palpable. Militarmente, la amenaza no podía ser mayor, y se conocía ya bien el “modelo social ario” que proponía Hitler. Las barbaridades y atrocidades que se cometían contra las personas dentro y fuera de Alemania, las políticas del Gobierno nazi hacia minorías como la judía, gitana o simplemente contra aquellos que políticamente se oponían al régimen como lo eran los comunistas, ya algo tremendamente conocido por el conjunto de la sociedad británica. Sabía el riesgo que tenía delante. Y se conocía el tamaño de la amenaza de Hungría a Portugal y de Noruega a Sicilia: la presencia nazi era palmaria. Winston Churchill fue capaz de entender perfectamente el estado de sus conciudadanos, supo conectar con ellos desde la honestidad más profunda: un diagnóstico no disimulado, un camino difícil y un éxito que no podía ser prometido. Solo realismo y una razón de ser por la que valía la pena pasar las mayores calamidades humanas. También fue fiel a sí mismo, dejando a un lado gran parte de sus políticas partidistas y sintiéndose realmente responsable del conjunto de la nación. En ese entorno y de una manera solemne, Churchill pide el apoyo de los representantes de los ciudadanos y les promete tan solo, como antes había prometido a aquellos que se habían unido a su Gobierno: “Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor” . Cada palabra era conocida en primera persona por sus conciudadanos: casi todo el mundo tenía un familiar o conocido muerto en el campo de batalla.
Esa expresión les tocó el corazón, por ser real, por saber que no estaba engañando a nadie y que era honesto con ellos. Pero el discurso no acabó ahí. Sus últimos párrafos tienen que ver con una llamada a una causa, un “para qué”. La posibilidad de sobrevivir a la catástrofe, que en aquel momento era evidente. Era un entorno donde no se podía prometer más que extraordinarios esfuerzos, pero por una causa que valía la pena dejar la propia vida. Nos encontramos ante el claro ejemplo de un gran líder que es capaz de captar la situación en que vive la gente, con honestidad y realismo y que, a la vez, es capaz de movilizar lo mejor de las personas hacia un proyecto compartido, sin prometer lo que no es posible.

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